jueves, 11 de junio de 2015

El heroico cabo Baruzzo


El heroico cabo Baruzzo

El cabo Baruzzo, oriundo de Riachuelo, un pequeño pueblo de Corrientes, participó de la Guerra de Malvinas a sus 22 años, jóvenes y valientes 22 años, siendo parte del Regimiento 12 de Infantería de Mercedes.  Estando su unidad apostada en el Monte Kent, fue bombardeada intensamente por los ingleses, hiriendo a Baruzzo, en uno de sus brazos, una esquirla en forma de alhambre, que atravesó la parte superior de su mano, le recorrió el antebrazo y se alojó cerca del codo.

Así herido y con un dolor insoportable, al escuchar los gritos desgarradores de un compañnero herido por el fuego de los buques inglés, dejó su fusil en el suelo de la trinchera (pozo de zorro) y corrió hasta el soldado, lo levantó y lo puso a resguardo. En el medio de todo este movimiento, un compañero le pisa el brazo herido y hace que la esquirla, con la presión involuntaria, salga.

Estando en enfermería el dolor en su brazo aumentaba, pero nadie lo atndía. Mientras esperaba encuentra un recipiente de penisilina en polvo, por lo que decide colocársela el mismo y regresar a su puesto de batalla.

Madrugada del 11 de Junio

Esta madrugada, la sección del Cabo Baruzzo se había replegado cerca del Monte Harriet, hacia donde el ejército inglés estaba realizando una acción de fuego envolvente.

Allí, un grupo pequeño conformado por soldados del Regimiento 12 y del Regimiento 4, quedan aislados bajo el fuego enemigo, pasando a estar a cargo del Teniente Primero Jorge Echeverría (oficial de Inteligencia del Reg. 4), a los que, por desición propia, el Cabo Baruzzo decide unirse para colaborar en la resistencia y ayudar a compañeros heridos.


El relato del combate por Roberto Baruzzo.

“El Teniente Echeverría estaba en una posición donde los ingleses le tiran desde todos los ángulos. Entonces empiezo a correr hacia su posición, disparando y derribando a un soldado inglés, en choque casi cuerpo a cuerpo, quién era uno de los que le disparaban al teniendo con fuego trazante. Echeverría tenía 5 impactos de bala, uno de ellos en un pierna.

A este soldado inglés que dejé fuera de combate, le saqué el fusil y el visor nocturno, que fue lo que me permitió continuar la carrera para llegar a la posición del teniente primero. Nunca había utilizado un visor nocturno. Era asombroso que, a pesar del verde clarito de la imágen, me dejara diferenciar claramente entre los ingleses y mis compañeros.

Una vez que identifiqué la posición cercana de los ingleses, gracias al visor nocturno, podía apuntar y disparar con certaza. Le maté a uno primero, despúes apareció otro y le maté al otro también. Sentía que no podía errar con visor. En un momento, un inglés comienza a dispararme con trazante; pensé que me mataba, pero desde donde estaba Jorge (Echeverría) él le dispara y lo mata. Entonces yo salto hacia el Teniente, lo agarro de la chaquetilla y nos tiramos detrás de una piedra. Lo malo era que esa piedra era pequeña y no nos cubría a los dos, estabámos expuestos.

Detrás de la piedra, saco mi cuchillo y empiezo a abrirle el pantalón. Tenía todo negro por la bengala, y la nieve estaba teñida de la sangre de mi Teniente. Enseguida ví los orificios de las balas, así que le saco el cordón de la chaquetilla y le hago un torniquete. Después de esto lo empiezo a arrastrar unos metros hasta que le pregunto si el puede pararse y caminar un poco. Se paró, me agarró del hombro y caminó uno metros.

De repente, de atrás de un peñasco, entre la neblina y el humo de las bengalas, aparece un inglés que nos dispara y le da otra vez a Jorge. Yo respondo con un disparo y le mato al inglés.

El teniente primero había sido otra vez herido, esta vez en el brazo y el hombro, 7 heridas de bala tenía.
– ¡Se me desangra!, me dije con desesperación, mientras Echeverría estaba boca abajo y le salía sangre del cuello.

Lo doy vuelta y Jorge me pide agua. Yo no tenía agua, pero si whisky en una petaquita que nos daban los superiores, pero como no tomaba, la tenía guardada y se la dí.

Quiero resaltar la grandeza de este hombre. Se estaba muriendo, sangrando por todos lados, estaba hecho un colador, pero él tenía una paz…tenía todo lo que a mi me faltaba (cuenta con congoja).
“-Roberto, dejame morir aquí, por favor, escapate vos, yo no puedo, dejame acá y escapate”, me dijo Jorge.

Yo no podía dejarlo ahí tirado, sería una cobardía que nunca me hubiese perdonado, entonces me niego y le digo que me voy a quedar con él, hasta las últimas consecuencias, incluso si tenía que morir (para mí iba a ser un honor morir con mi Teniente e iba a ser una muerte digna).

Echeverría me toma de mi chaquetilla, me tira hacia él con fuerza y me dice y repite:”- Robertito, dejama acá, dejame acá, dejame morir tranquilo, escapate”

Fue en ese momento, sintiendo que nos mataban, sintiendo orgullo por mi Teniente, sintiéndome digno de mi Patria, que apoyé mi cabeza en su pecho, en el medio del combate, y me heché a llorar, desconsoladamente…

Ya repuesto empiezo a divisar con el visor nocturno, figuras que se movían y acomodaban alrededor de nuestra posición. Ahí que me doy cuenta de que estábamos rodeados. Ya no tenía más balas para mi FAL y las balas del fusil que le había sacado al soldado inglés tampoco.

Yo tenía mi cuchillo encima, entoces lo saqué y me dije: “me van a matar, me van a matar, pero vamos a ver como morimos”.

Y salí, pero ningún soldado inglés disparaba desde su posición. Pude divisar una silueta gracias a una bengala, ahí ví a un inglés a pocos metros mío con su fusil en mano. Me quedé parado…

El inglés comenzó a caminar hacia mí. Yo atiné a levantar mis manos, claro, mientras, ya frente mío, el tipo me toca los brazos con la punta de su fusil.

Tiré mi cuchillo y me quedé quieto, y de repente, luego de bajar su arma, el inglés se me aproxima y…me abrazó.

Ese abrazo sentí como si fuese el de mi padre, y recibiendo el abrazo de este inglés, me heché a llorar en sus brazos, apretado contra él, me heche a llorar, de impotencia que tenía. “- OK Argentino”, lo escucho decir, como insinuando:”- Dejate de joder que esto ya terminó”.

El inglés agarró mi cuchillo que estaba lleno de sangre y lo limpió en su pantalón. Se dió vuelta, miró al resto de sus soldados, levantó el cuchillo, lo mostró y les habló en inglés cosas que yo no entendí.
Todos bajaron sus fusiles y se acercaron a mí despacio, y todos y cada vinieron y me palmearon.”

El Teniente Primero Jorge Echeverría fue llevado por los ingleses al buque hospital Uganda y “sobrevivió”.

Echeverría y Baruzzo
 Fue condecorado por el Ejército Argentino con la medalla al Valor en Combate y al día hoy vive con su mujer y dos hijas en Tucumán.

Roberto Baruzzo también tiene dos hijas, y vive en su Corrientes natal.

Poco tiempo después de la Guerra de Malvinas, noviembre del 82, Roberto Baruzzo recibe una carta de Jorge Echeverría, donde le escribe y agradece por su “resolución generosa y desinteresada, su sentido del deber hasta el final, cuando otros pensaron en su seguridad personal. Toda esa valentía de los “changos”, son suficiente motivo para encontrar a Dios y agradecerle esos últimos momentos. Pero, así Él lo decidió, guardándome esta vida que Usted supo alentar con sus auxilios”.

El oficial le cuenta que lo ha propuesto para la máxima condecoración al valor y le manifiesta su “alegría de haber encontrado un joven suboficial que definió el carácter y el temple de aquellos que forman Nuestro Glorioso Ejercito, y de los cuales tanto necesitamos”.

El cabo Baruzzo volvió a encontrarse con el Teniente Primero Echeverría 24 años después. Los dos lloraron; el teniente le dijo al cabo que había sido “su ángel de la guardia”, y le regaló una plaqueta que cita: “Estos últimos 24 años de mi vida testimonian tu valentía”.

Roberto Baruzzo fue distinguido con una calle a su nombre y en Corrientes donde vive, le rindieron homenaje erigiéndole un busto en vida.



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